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Terapias farmacológicas
Sus objetivos, entre otros, son aliviar los síntomas y conseguir la interrupción de la actividad inflamatoria.
Los principales fármacos son los analgésicos, antiinflamatorios no esteroideos (AINE), corticoides, fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) tradicionales y los FAME biológicos.
Dado que las lesiones articulares comienzan a desarrollarse al principio de la enfermedad, es aconsejable iniciar la terapia farmacológica en los primeros meses tras el diagnóstico de la dolencia. Se puede mejorar de forma muy notable el pronóstico y la calidad de vida del paciente.
La terapia farmacológica la ajusta el reumatólogo que es quien conoce la evolución de la enfermedad y las circunstancias en las que se encuentra el paciente.
Estos fármacos pueden originar diversos efectos adversos. Es el reumatólogo quien debe valorar su interrupción o cambiarlos por otros. Conviene consultarlo con el médico e implicarse en su utilización. Si se utilizan de forma adecuada implica una mejora en la enfermedad.
1. Analgésicos
Los más comunes, como el paracetamol, actúan disminuyendo el dolor y la fiebre. Su administración es vía oral.
2. Antiinflamatorios no esteroideos (AINE)
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) alivian el dolor y reducen la inflamación. Su administración es vía oral.
2.1. Los AINE no selectivos y los AINE selectivos:
Los «AINE no selectivos» son el ácido acetilsalicílico (aspirina), el ibuprofeno, el diclofenaco, el naproxeno y la indometacina.
Los «AINE selectivos» son el colecoxib, el rofecoxib, el valdecoxib y el etoricoxib. Generan menos efectos adversos gastrointestinales que los "no selectivos".
3. Corticoides
Los corticoides alivian el dolor, la rigidez y la inflamación articular. Destacan la prednisona, la metilprednisona y el deflacort. Su administración es vía oral, puede ser inyectado de forma intramuscular, intravenosas o directamente en la articulación (infiltración).
Se suelen administrar en dosis bajas y en períodos de mayor intensidad de los síntomas, en general se indican en las fases iniciales del trastorno y en los períodos de exacerbación sintomática.
6.3.4 Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) tradicionales
Este tipo de fármacos reduce los síntomas (no los alivia, es necesario administrar de forma combinada con los AINE o corticoides) y puede retrasar la evolución de la enfermedad. Actúan lentamente (tardan entre uno y seis meses en comenzar a actuar) y el ajuste de dosis requiere evaluaciones que sólo se pueden llevar a cabo mediante análisis de sangre y orina.
Los FAME mejoran el curso de la enfermedad, y en ocasiones interrumpe la actividad inflamatoria de fondo. Este objetivo sólo se puede alcanzar si el tratamiento con FAME se inicia en las primeras fases de la enfermedad y se mantiene durante largos períodos de tiempo.
Entre los FAME tradicionales, el más utilizado es el metotrexato, pues es el que ha demostrado poseer un mejor perfil en lo que se refiere a eficacia y efectos adversos, así como una mayor comodidad de administración (se administra una sola dosis semanal, ya sea por vía oral o mediante inyección subcutánea o intramuscular). Otros tradicionales que se utilizan con frecuencia son la leflunomida, la sulfasalacina y los denominados antipalúdicos (la cloroquina y la hidroxicloroquina).
5. Fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) biológicos
Este tipo de fármacos frena el proceso inflamatorio. Actualmente se dispone de tres FAME biológicos anti-TNF-α: el adalimubab, el etanercept y el infliximab. No se administran por vía oral, sino mediante inyecciones subcutáneas o endovenosas y la aplicación depende del fármaco.
Naturalmente, todos los medicamento descritos anteriormente pueden presentar efectos adversos. Para conocerlos es mejor preguntar al reumatólogo quien se encargará de indicarlos y valorar el efecto-causa junto al paciente.
6. Protectores gástricos
Muchos de los medicamentos que se emplean en el tratamiento de la actividad inflamatoria pueden generar efectos adversos en el tubo digestivo: pesadez estomacal, náuseas, vómitos, gastritis o úlceras. Por ello, es habitual que se prescriba algún fármaco «protector gástrico» para prevenir esta eventualidad, especialmente si existen antecedentes de gastritis o úlcera gastroduodenal.